Hace un par días murió 'Solitario George', último superviviente de la subespecie Chelonoidis abingdoni. El cuerpo de George estaba en posición como si hubiera intentado dirigirse al bebedero, detalló la DPNG (Dirección del Parque Nacional Galápagos). Además, añadió que su edad exacta se desconoce, aunque "se estima que pasa de los cien años".
George era oriundo de la isla Pinta, la más septentrional de las Galápagos. Fue rescatado en 1972 por un grupo de cazadores dedicados a erradicar las cabras, una especie introducida por el hombre que diezmó el hábitat y llevó a las tortugas gigantes de esa isla al borde de la extinción.
Desde entonces, George formó parte del programa de crianza en cautiverio de la DPNG. Ejecutaron diferentes iniciativas para intentar que se reprodujera, inicialmente con hembras de la especie de volcán Wolf, de la isla Isabela, con las que consiguió aparearse tras 15 años de convivencia, pero los huevos no fueron fértiles. Posteriormente, se colocaron en su corral hembras de la especie de la isla Española, genéticamente más cercana, con las que se encontraba hasta hoy.
Por otro lado, un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha llevado a cabo un censo de la población de tortugas bobas, Caretta caretta, en la isla de Boavista de Cabo Verde. Los datos, recopilados desde 2007, muestran un descenso en la mortalidad de esta especie, considerada en peligro de extinción. Según los investigadores, esta tendencia positiva está relacionada con los esfuerzos y sensibilización de la población autóctona, las iniciativas de cooperación para el desarrollo sostenible de las comunidades locales y por el seguimiento y protección que ejercen los campamentos de voluntarios internacionales instalados en las playas.
Los dos riesgos de conservación en las playas más importantes son, según los expertos, la caza de madres mientras hacen el nido, la inundación de las playas relacionada con la elevación del nivel del mar y el calentamiento del clima, la depredación por parte de cangrejos fantasma y la muerte de huevos en la playa causada por hongos patógenos.
“Son problemas graves aunque independientes. Uno de ellos es la tradicional caza y consumo de carne de tortuga entre la población de Cabo Verde. En 2007 se cazaron más de 1.200 hembras en las playas de Boavista, es decir, más del 36% de las hembras reproductoras de esa temporada, una tasa insostenible que podría provocar su extinción en el Atlántico oriental”, añade el investigador Adolfo Marco.
No obstante, este estudio señala que la caza ha disminuido gracias a diversos programas de concienciación y desarrollo local: en 2008 el porcentaje de hembras muertas a manos de los cazadores fue del 18% (408 capturas), en 2009 bajó al 5% (215 capturas) y en 2011 sólo se cazaron 55 tortugas en toda Boavista.
“El descenso tan importante de la caza de madres permitirá un aumento de nidos en las playas. También estamos trabajando activamente para reducir la muerte de huevos en la playa, mediante el traslado de nidos a zonas seguras donde la supervivencia es mucho más alta”, concluye el investigador.
El proyecto ha contado con la colaboración de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, la ONG caboverdiana Cabo Verde Natura 2000, y el apoyo de la Fundación Biodiversidad.
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