martes, 26 de marzo de 2013

La vida de una ballena muerta

Una ballena muerta es un lugar acogedor para vivir. En la muerte, extendidas sobre el suelo marino, estos mamíferos marinos ofrecen a los organismos de aguas profundas un banquete que alimentan a comunidades enteras de criaturas inusuales durante décadas.



El biólogo marino Diva Amon y sus colaboradores, del Museo de Historia Natural de Londres, publican en  Deep Sea Research Part II, que el cuerpo de la ballena minke del Antártico (Balaenoptera bonaerensis) proporcionó refugio al menos a nueve especies que nunca se habían visto antes.



Las ballenas muertas que se hunden hasta el fondo marino tienen una vida futura peculiar. Tiburones, cangrejos y otros carroñeros rápidamente limpian la carcasa y retiran la mayor parte de las partes blandas de la ballena, como la grasa y el músculo.



Es entonces cuando la historia de la ballena da un giro extraño. Bone-boring gusanos, almejas y otros organismos oportunistas se asientan en y alrededor del cuerpo para extraer recursos de los huesos.



Una vez que estas criaturas efímeras han tomado todo lo que pueden de la ballena, extensas colonias de bacterias crecen en el esqueleto. Estos pastos microbianos proporcionan alimento a los caracoles. Las dos primeras fases pasar con relativa rapidez, a lo largo de los años, pero la etapa final puede tardar décadas en desarrollarse.







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