Los glaciares cincelaron, y cincelan, los relieves de nuestro planeta, creando valles y espectaculares gargantas. Pero no es lo único que han cincelado, también han cincelado la biodiversidad.
Las glaciaciones durante el Pleistoceno marcaron la distribución y diversidad genética de plantas y animales en todos los continentes. Las grandes placas de hielo que cubrieron gran parte de Europa obligaron a las especies a concentrarse en latitudes más meridionales, a concentrarse en los llamados refugios glaciales. En estos refugios las especies quedaron aisladas, diferenciándose unas de otras, especializándose: una especie daba lugar a especies diferentes aisladas en diferentes refugios, pues en cada refugio las presiones selectivas eran diferentes. En estos refugios se han conservó parte de la diversidad genética de las especies, diversidad que ha ido aumentando a lo largo del tiempo al ir permitiendo la acumulación de mutaciones que han ido ampliando el acervo genético.
La Península Ibérica es uno de esos refugios, lo que puede ayudar a entender porque es tan elevada la biodiversidad de la misma. Pero no solo en los refugios se encuentra una alta diversidad genética, también la hay en aquellas zonas que se recolonizaron tras las glaciaciones con individuos procedentes de distintos refugios, mezclando sus linajes y aumentando así la variabilidad genética.
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